La puerta verde |
Reseña de Antonio Ortega para Nayagua 30
La escritura crítica de Jordi Doce (Gijón, 1967) constituye una parte determinante de su obra literaria porque, como señaló Fernando Menéndez al reseñar dos de sus anteriores trabajos ensayísticos, Zona de divagar (2014) y Las formas disconformes (2013), viene a reafirmar con certeza la aseveración que Ricardo Piglia hiciera en su libro las Formas breves, cuando con su personal convicción declaró que «La crítica es la forma moderna de la autobiografía. Uno escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas». Todos los libros de Jordi Doce –poéticos, ensayísticos, de crítica literaria, traducciones, de entrevistas, incluso esos cuadernos, casi de bitácora, de difícil encuadre como Hormigas blancas (2005) o Perros en la playa (2011)– dan razón de una vida que se escribe, a su manera, en cada uno de ellos, y que al mismo tiempo, instauran una poética que se ordena y se modela en todas y cada una de sus páginas.
Dice Jordi Doce, en el «Aviso» inicial, que el verde de la puerta del título le recuerda el color del norte peninsular y del mundo anglosajón a los que tanto quiere y debe. A ese mundo dice mirar la «puerta» de este libro y, a renglón seguido, se matiza: «O quizá fuera mejor decir que estas páginas son el fruto –el testimonio– de “las idas y venidas” de su autor a través de ella», al modo en que Charles Tomlinson, unos de sus maestros, lo expresa en el poema que abre la lectura de estos ensayos. Y eso es La puerta verde, además de un soberbio libro de crítica literaria, un «testimonio» personal de vida y de poesía. Aunque parte de discursos ajenos y exteriores, de un relato crítico construido sobre preferencias y afinidades poéticas, el lector atento podrá comprobar cómo esas lecturas y esos autores se han integrado en la propia escritura de Jordi Doce, en su mundo existencial, verbal y poético, en un territorio literario que ha hecho que esas escrituras –en origen diversas y foráneas, y que parecerían ajenas– se hayan convertido en propias e iguales, pues quien sobre ellas escribe las ha hecho también suyas. Volviendo de nuevo a Piglia, estas lecturas y ensayos críticos no pueden ser considerados sino como «Una forma de registrar una forma de vida», una versión de lo que estas obras y escrituras reseñadas significan en su propia obra y en su autobiografía. Un retrato hecho de otros retratos porque, en última instancia, en toda crítica se cifran las obsesiones, las vacilaciones y las señas, tanto presentes como futuras, de quien la escribe. Es la vida de un lector que, como acierta a definir Graciela Speranza, «cuando habla de los libros de los otros no puede sino hablar al mismo tiempo de los propios».
Desde esta perspectiva es fácil traer a colación la concepción de Mijail Bajtin que consideraba a la autobiografía como una «dialogía», como un espacio de enunciación –en el caso del libro que nos ocupa no ficcional sino crítica– que posibilita escuchar la voz de los otros que son los que le/nos contituye(n). Estos ensayos, que no son sino intensos encuentros dialógicos de lectura a través de autores, formas, estilos y pasiones personales, vienen a romper, de algún modo, los moldes de la crítica tradicional. Una especie de laboratorio de escritura que nace de la lectura crítica, de la reflexión, la discusión y la recreación de otros textos. Un laboratorio, en este caso, para entender parte de la realidad de la poesía angloamericana más reciente y cómo funciona la escritura en el interior de los textos de los poetas aquí reunidos. El libro se divide en dos secciones, una dedicada a la poesía anglo-irlandesa (Charles Tomlinson, Ted Hughes, Sylvia Plath, Geoffrey Hill, Seamus Heaney y John Burnside); y otra a la poesía americana (John Ashbery, Allen Ginsberg, Kenneth Koch, Charles Simic, Joseph Brodsky, Paul Auster, Sharon Olds, Anne Michaels y Jeffrey Yang). Son muchos y variados, diferentes y a veces disparejos entre sí, pero Jordi Doce es capaz de no perder nunca la atención directa y cuidadosa sobre cada uno de los textos, sobre cada obra en concreto, de escuchar con atención lo que los poemas dicen, asumiendo la condición de ser de cada autor y de su escritura, mostrando su concepción del mundo y los intereses propios de cada poeta estudiado, su condición o capacidad de ser otro o distinto, su capacidad para darles voz.
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Reseña completa en Nayagua 30