Eugenio Montejo. Obra Completa: tomo I |
Obra completa. I Poesía
Eugenio Montejo
Edición de Antonio López Ortega, Miguel Gomes
y Graciela Yáñez Vicentini
Valencia, Pre-Textos, 2021
«Nacido en Venezuela y perteneciente a la generación de 1958, el poeta Eugenio Montejo (1938-2008) destacó, como dijo el ensayista Francisco Rivera, por una poesía cuyo deseo es «cantarle a la tierra», inscribiéndose, también, «en la tradición de la poesía cósmica de origen nietzscheano». Cósmica es un vocablo certero para definir la teoría montejiana de la poesía: su reino es el de las correspondencias del mundo (la realidad) con los astros, los humanos y los animales, idea que cristaliza para él en la consideración de la naturaleza como fuente del poema, noción que entre nosotros está presente al menos desde José Martí. Para Montejo la naturaleza no es solo lo bello o lo sublime, sino un orden, un sistema que el poeta tiene que «anotar», aunque a veces no sepa cómo hacerlo. Así, por ejemplo, en «Los árboles», cuando el hablante señala que «Es difícil llenar un breve libro / con pensamientos de árboles», para luego, ya camino a casa, escuchar el canto de un tordo en cuya voz «hablaba un árbol» y concluir, sin tristeza ni desolación, sino con sabio reconocimiento, que no sabe cómo proceder: «no sé qué hacer con ese grito, / no sé cómo anotarlo» (p. 121). La observación de Rivera se complementa con la de otro ensayista venezolano, Guillermo Sucre, quien señaló que en Montejo hay una «nostalgia de lo cósmico e inmemorial» transida de una reflexión sobre «la desacralización del presente». reseñas anto logías e s c a p a rate anto logías 271 Todo lo anterior se resume en el título del cuarto libro de poemas de Montejo: Terredad (1978). Este neologismo, hecho de una derivación nominal que indica cualidad o estado, es un verdadero concepto para el poeta; por sobre todo, es un descubrimiento lingüístico que sintetiza muy bien su poética cósmica. En el prólogo a esta Obra completa se nos ofrece una reflexión muy pertinente al respecto: «terredad nos habla [...] de la condición del ser terrestre, habitante de un planeta; nos habla de los elementos que nos contienen: aire, agua, luz, fuego; nos habla también del campo anímico: sentimientos, nostalgia, flaquezas». Especialmente, se agrega, nos habla de «la condición de la existencia como una cornucopia en la que todo coincide» (pp.18-19). El poema que le da título a ese libro lo señala con claridad: «Estar aquí en la tierra: no más lejos / que un árbol, no más inexplicables; / livianos en otoño, henchidos en verano, / con lo que somos o no somos [...]» (p.165). El verbo «habitar», de esta manera, se vuelve en Montejo una acción mucho más compleja de lo que pensamos. Este primer tomo de la Obra completa de Eugenio Montejo permite realizar un recorrido total por esa forma de habitar el mundo que él diseñó en sus diez libros de poesía (otros dos volúmenes, con su vasta producción poética heterónima y sus libros de ensayos, se publicarán próximamente). ¿Cómo caracterizarla sin ser reduccionistas? Me aventuro a decir que la poesía de Montejo es una gran elegía; de hecho, el título de su primer libro, Élegos (1967), es el sustantivo griego del que deriva esa palabra. En Montejo, sin embargo, no estamos ante una simple lamentación de lo perdido, sino ante el pausado recuerdo de una antigua presencia (parientes, amigos, una casa, un mito) que se desvaneció. No hay queja aquí, sino reflexión profunda. La nostalgia en esta obra no abisma ni destruye: resignifica lo perdido por obra de la imaginación. A veces, lo perdido es la expresión de un deseo, como en el poema «Islandia», del libro Algunas palabras (1976), en donde la nostalgia de ese lugar del mundo es constatación de algo que nunca sucederá en la realidad pero sí en el mundo del espíritu: «Nunca iré a Islandia [...] Voy a plegar el mapa para acercarla. / Voy a cubrir sus fiordos con bosques de palmeras» (p. 135). Si bien es cierto que la distancia crítica con respecto al mundo moderno y su adoración irracional por el progreso siempre estuvo presente en esta obra, creo que es a partir de Adiós al siglo XX (1992) que en Montejo hay más intensidad respecto a ese tema. El hablante se vuelve más ensimismado, como en el poema «Un astro», donde la voz reconoce que la luz que ilumina lo real es el fuego que lo consume: «Eres tu vela, / eres tu propia vela; / aquí de cerca, un hombre, / a lo lejos un astro» (p. 310). La intensidad de la desolación se hace más evidente a medida que avanzamos por 272 los últimos tres libros de Montejo; hay una vuelta a la notación de la naturaleza, evidente en Partitura de la cigarra (1999), donde se dice: «En vano intento que escritas en mis versos / las palabras no riñan unas con otras» (p. 333); una exploración del erotismo en Papiros amorosos (2002), donde se declara que «un solo amor puede salvarlo todo» (p. 412); y una sobre el paso del tiempo, que vemos en los versos «Me envejeció la tierra gravitando / en torno al sol que es su pretexto y su paisaje» (p. 428) de Fábula del escriba (2006). La terredad montejiana, sin abandonar las resonancias del universo en el poema, se vuelve una meditación sobre el fin de la vida: «Ya en tus ojos de vidrio cae la sombra, / ya no nos queda barco ni horizonte, / solo este viento, el mar y el desamparo» (p. 479). Mención especial merece la labor de los editores de este volumen. Hecha con criterios rigurosos que respetan las prácticas formales de su autor y las decisiones que tomó para ordenar su obra, esta es sin duda la edición que la poesía de Eugenio Montejo merecía. La muy completa introducción, firmada por Antonio López Ortega y Miguel Gomes, está destinada a transformarse en la guía que todo lector de este poeta tendrá que consultar obligatoriamente. Si, como dijo Wallace Stevens, la poesía es «el arte del estudioso», este libro lo confirma de manera más que elocuente».
Marcelo Pellegrini