Viernes, 13 de Diciembre de 2024
José Hierro: la figura del poeta.
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en flecha

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Esther Ramón
Ediciones La Palma, Colección eMe
2017

ISBN: 97-884-94658-97-6

en flecha

Sui está enferma. No puede mirar la luz porque el dolor acude, punzante, a sus ojos. Sui vive en un granero de paredes gruesas de piedra. Cuánta oscuridad. Y aquí yaces. Detrás del párpado hay otro párpado. Si cierras los ojos muy fuerte surge el blanco y luego otras luces, destellos, pequeñas plumas lumínicas en movimiento y desaparición. Debes cerrar otra vez los ojos, los segundos párpados. Y entonces desciende la auténtica oscuridad. Ahí, brota un río de luz. Aparecen unas gotas iluminadas a lo lejos que se convierten rápidamente en una inundación. En ese brotamiento espontáneo viven. Sui, con los ojos ciegos, observa unos seres remotos y espasmódicos, anteriores a la formación de los seres, ni animales, ni plantas, sin cuerpo estable porque su permutabilidad es su estricto anclaje a la vida. Materia y color. Más aún, movimiento, la vida-movimiento antes de la vida-bloque-concepto-cerrada. Esto cuenta Yuki Urushibara en el manga La luz de los párpados incluido en el volumen Mushi-shi. Los mushi son una especie de insectos volátiles y polimórficos en constante devenir y fugacidad de contornos, tan parecidos a los signos-cálamo de Michaux. La vida antes de su formación exacta, la vida secreta y transparente, mágica y antigua, que tan solo algunas personas pueden ver. Sui no está enferma. Tiene un don: ver, con los ojos ciegos, lo que el resto ha olvidado. Esther Ramón, en su último poemario titulado en flecha, también. Dice:

  

Para escribir hay que

encalar el blanco,

hay que cegarlo.

 

Para escribir hay que cerrar los segundos párpados. Esta pequeña génesis de la escritura contiene un encantamiento y una dirección. La de un impulso y un borrado, como se titula de manera capicúa cada una de las dos partes que integran en flecha: la primera es «impulso / borrado»; la segunda, «borrado / impulso».

¿Qué es el impulso y qué impulsa? ¿Qué borra? En la primera parte del poemario, Esther Ramón dibuja mínimas estancias confusas que modelan un mundo en el que otra lógica, acaso onírica, acaso intensamente propia y singular, acude. Los poemas parecen imágenes movidas, con el entelado blanco de un trazo fantasma. en flecha es un libro profundamente enigmático en el que cada lector y lectora debe buscar su tótem, un instrumento para habitar el sueño de esta escritura y regresar, después, al ojo de la gruta, atravesado. en flecha me recuerda, por la capacidad de construir mundo mediante asociaciones simbólicas, al imaginario de David Lynch y, en especial, al capítulo ocho de la tercera temporada de Twin Peaks: entender sin entender, no entender para así entender de otro modo. La escritura de Esther Ramón siempre se ha caracterizado por la articulación de imágenes personalísimas que generan un universo particular y concreto en el que nuestras manos son intrusas y en el que, quizás, incluso la propia autora lo es al releerse, una vez regresada del hemisferio de la creación. Ciertamente es difícil decir qué es en flecha, porque es difícil, si no imposible, acotar con un lenguaje analítico la escritura que dinamita este marco. Los poemas de Esther Ramón escapan y cambian de aliento para dejarnos con la respiración entrecortada, con el hálito a tientas en un magma de elementos deshaciéndose, desintegrándose y dejando de ser para tocar el vínculo anterior a la delimitación y la lejanía. Esta manera de acudir al hueso no implica, sin embargo, alcanzar ninguna esencia superior o prístina, más bien es una suerte de borrado, es un impulso, el movimiento de algo que deviene otra cosa, el movimiento del despliegue múltiple y descontrolado de las formas, una mancha, la vida convertida en una mancha, lo que se deshace en un gesto y, en consecuencia, acaba siendo un cuerpo borrado. De ahí, por supuesto, el título de las dos secciones. En la primera parte, el impulso de una forma es su desaparición: genera el borrado. Por eso los elementos que se repiten –mirlos, panes, espigas, soles, esporas, sal, tela, metal– son siempre elementos en transición: «panes de mirlos» (p. 37), «telaraña de piedra» (p. 42), «ojo de trigo en el dardo de cristal» (p. 18).

(Reseña completa en Nayagua 28.)

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