Del taller "Poesía, ventana al mundo" Otras ventanas para el refugio

“¿Por qué no debería la poesía, ahora que se ha liberado tan honestamente de ciertas falsedades (…), ahora que ha penetrado con tanta sinceridad en la mente del poeta y verificado sus límites (…), ahora, digo, esa poesía que ha hecho todo eso, por qué no podría volver a abrir los ojos, mirar por la ventana y escribir sobre los otros?” Eso se preguntaba, hace casi un siglo, Virginia Woolf en su “Carta a un joven poeta”, y en eso hemos estado indagando en el taller La poesía, ventana al mundo, conducido por Laura Casielles.

Al mirar por la ventana pueden pasar muchas cosas. La mirada de quien está dispuesta a ver no espera paisajes plácidos. Ante nuestros ojos se han abierto abismos, mares, conversaciones. Moviéndonos —como el fantasma amable del anfitrión de la casa, José Hierro — “entre la alucinación y el reportaje”, hemos observado el mundo y soñado el mundo. Sesión a sesión, nos pasó eso que pasa con la poesía: que se junta lo que no estaba destinado a estar junto, que se ve algo nuevo en lo de siempre. Hemos estudiado especialmente la poesía de quienes, a lo largo del tiempo y a lo ancho del mapa, han nombrado en sus versos lo que no era evidente, lo que estaba prohibido, lo que desordenaba. Dialogando con sus voces empezaron a pasarles cosas a las nuestras. Los periódicos empezaron a dejar ver las vidas entre líneas, la historia empezó a girar en torno a sus puntos ciegos, salieron de la periferia genealogías en las que reconocernos.

En este cuaderno hay una pequeña muestra de ese trabajo. Con textos de Raquel Serdio, Mariana Cansell, María Pérez Cordero, María Álvarez-Rosario, Ramón Ramírez Sáez, Marisa Amador, Rosa María Regalado, R., Ángela R. Bonachera, La niña de los dientes, Ángela Soriano y Lola Sanz.